El canto no disminuye la comunión, sino que la favorece
Para la mayoría de los cristianos, en especial para los jóvenes ir a comulgar en procesión y cantando es algo natural. El rito privado del canto perdería todo su sabor y su alegría; sólo los cortejos fúnebres no tienen canto.
Para algunos, en cambio, el canto durante la comunión es un problema, porque impide el recogimiento interior, además de que no se puede comulgar y cantar al mismo tiempo.
La incomodidad de los ancianos
La dificultad revela un estado de ánimo común a muchos ancianos y refleja una educación religiosa que insistía en la preparación interior y exterior con oraciones y jaculatorias, además de la confesión, para recibir al Señor.
Eso que aún hoy se practica para la primera comunión de los niños, con actos de fe y de caridad antes y después de la comunión. De hecho, la comunión se daba fuera de la misa y nunca se comulgaba con el cáliz.
La reforma litúrgica del Vaticano II ha reubicado el rito de la comunión en su lugar natural, dentro de la misa, enriqueciéndolo con un ritual completo en el que se expresan los sentimientos de fe una comunidad que se acerca a la mesa del Señor para alimentarse del pan de vida y de la bebida de salvación; se ha restablecido, en muchas circunstancias, la posibilidad de comulgar con el cáliz.
Por lo tanto, la preparación deberá ser la propia de la misa.
Ese tipo de preparación personal centrado en el recogimiento, al cual aluden muchos, no tiene sentido, si, al menos, no se lo integra en el ritual completo.
La comunión, expresa el documento conciliar Sacrosanctum Concilium, 55 es: "La participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor".
Así al cambio del rito de la comunión corresponde cambio de mentalidad.
De otro modo, cuando comienza el canto de comunión, todo se hace problemático, crea incomodidad e insatisfacción.
Lo que caracteriza al conjunto de los ritos de la comunión es, arte todo, el sentido comunitario y fraterno, la expresión gozosa y festiva, la comunión con Cristo y con los hermanos en la misma mesa.
El Padrenuestro ha sido considerado desde el principio, justamente, como la oración de preparación a la comunión sobre la base de las dos súplicas "danos hoy nuestro pan de cada día" y 'perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
El pedido del pan se refiere, en primer lugar, al pan eucarístico, el pan necesario para la vida eterna.
En el pedido de perdón a Dios, está incluido nuestro perdón a los que nos han ofendido; así tenemos la reconciliación con Dios y con los hermanos.
El saludo de la paz representa la manifestacion concreta y visible de la reconciliación fraterna.
El canto al partir el pan en el rito ambrosiano y el Cordero de Dios en el rito romano disponen, incluso materialmente, al rito de comunión, llamando al gozo.
Esta alegría se expresa en el canto de comunión que acompaña la procesión hacia el altar.
La elección de los salmos
De los tres cantos procesionales para el ingreso, el ofertorio, la comunión, éste último es el más antiguo y lo recuerdan santos, obispos y doctores de las Iglesias de Oriente y de Occidente.
Varían los modos de realización: todo el pueblo, un coro con el estribillo del pueblo, o sólo el coro. Para el texto de los cantos la Iglesia antigua no ha dudado: se eligieron salmos.
En especial el 145 con el estribillo cantado por el pueblo en procesión: "Los ojos de todos te están aguardando y tú les das alimento a su tiempo" y, sobre todo el salmo 34 con el estribillo: "Gustad y ved qué bueno es el Señor, feliz el hombre que en él se refugia".
En cambio, para la primera eucaristía de los neófitos adultos y niños en la noche de Pascua, se cantaba el salmo 23 "El Señor es mi pastor", con referencia directa al versículo: "delante de mí tú preparas una mesa... y mi copa rebosa".
El salmo tiende a favorecer la unión de los que están allí y la concentración en la mesa eucarística; no a resaltar la presencia real de Cristo, como sucederá a partir del medioevo, por razones apologéticas contra los herejes.
Por otra parte, la fe en la presencia de Cristo es manifestada por cada uno en el "amén".
Signo de fraternidad y de gozo
El significado del canto está claro en el misal: "Mientras el sacerdote y los fieles comulgan, se ejecuta el canto de comunión éste tiene la finalidad de expresar, mediante el acorde de las voces, la unión espiritual de los que comulgan; de manifestar el gozo del corazón y de hacer más fraterna la procesión de los que se acercan a recibir el cuerpo (y la sangre) de Cristo".
Por eso se requiere mucha atención en la elección y ejecución de los cantos, utilizando los del libro de la liturgia o los que están aprobados por la conferencia episcopal.
No queda excluida, de hecho, una pausa de silencio y de recogimiento, como se lee en el mismo misal: "Finalizada la comunión, el sacerdote y los fieles, según la oportunidad, oran unos momentos en silencio".
Concluyendo, se puede perfectamente conciliar la doble exigencia del recogimiento personal y de la participación en la acción comunitaria.
Para la mayoría de los cristianos, en especial para los jóvenes ir a comulgar en procesión y cantando es algo natural. El rito privado del canto perdería todo su sabor y su alegría; sólo los cortejos fúnebres no tienen canto.
Para algunos, en cambio, el canto durante la comunión es un problema, porque impide el recogimiento interior, además de que no se puede comulgar y cantar al mismo tiempo.
La incomodidad de los ancianos
La dificultad revela un estado de ánimo común a muchos ancianos y refleja una educación religiosa que insistía en la preparación interior y exterior con oraciones y jaculatorias, además de la confesión, para recibir al Señor.
Eso que aún hoy se practica para la primera comunión de los niños, con actos de fe y de caridad antes y después de la comunión. De hecho, la comunión se daba fuera de la misa y nunca se comulgaba con el cáliz.
La reforma litúrgica del Vaticano II ha reubicado el rito de la comunión en su lugar natural, dentro de la misa, enriqueciéndolo con un ritual completo en el que se expresan los sentimientos de fe una comunidad que se acerca a la mesa del Señor para alimentarse del pan de vida y de la bebida de salvación; se ha restablecido, en muchas circunstancias, la posibilidad de comulgar con el cáliz.
Por lo tanto, la preparación deberá ser la propia de la misa.
Ese tipo de preparación personal centrado en el recogimiento, al cual aluden muchos, no tiene sentido, si, al menos, no se lo integra en el ritual completo.
La comunión, expresa el documento conciliar Sacrosanctum Concilium, 55 es: "La participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor".
Así al cambio del rito de la comunión corresponde cambio de mentalidad.
De otro modo, cuando comienza el canto de comunión, todo se hace problemático, crea incomodidad e insatisfacción.
Lo que caracteriza al conjunto de los ritos de la comunión es, arte todo, el sentido comunitario y fraterno, la expresión gozosa y festiva, la comunión con Cristo y con los hermanos en la misma mesa.
El Padrenuestro ha sido considerado desde el principio, justamente, como la oración de preparación a la comunión sobre la base de las dos súplicas "danos hoy nuestro pan de cada día" y 'perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
El pedido del pan se refiere, en primer lugar, al pan eucarístico, el pan necesario para la vida eterna.
En el pedido de perdón a Dios, está incluido nuestro perdón a los que nos han ofendido; así tenemos la reconciliación con Dios y con los hermanos.
El saludo de la paz representa la manifestacion concreta y visible de la reconciliación fraterna.
El canto al partir el pan en el rito ambrosiano y el Cordero de Dios en el rito romano disponen, incluso materialmente, al rito de comunión, llamando al gozo.
Esta alegría se expresa en el canto de comunión que acompaña la procesión hacia el altar.
La elección de los salmos
De los tres cantos procesionales para el ingreso, el ofertorio, la comunión, éste último es el más antiguo y lo recuerdan santos, obispos y doctores de las Iglesias de Oriente y de Occidente.
Varían los modos de realización: todo el pueblo, un coro con el estribillo del pueblo, o sólo el coro. Para el texto de los cantos la Iglesia antigua no ha dudado: se eligieron salmos.
En especial el 145 con el estribillo cantado por el pueblo en procesión: "Los ojos de todos te están aguardando y tú les das alimento a su tiempo" y, sobre todo el salmo 34 con el estribillo: "Gustad y ved qué bueno es el Señor, feliz el hombre que en él se refugia".
En cambio, para la primera eucaristía de los neófitos adultos y niños en la noche de Pascua, se cantaba el salmo 23 "El Señor es mi pastor", con referencia directa al versículo: "delante de mí tú preparas una mesa... y mi copa rebosa".
El salmo tiende a favorecer la unión de los que están allí y la concentración en la mesa eucarística; no a resaltar la presencia real de Cristo, como sucederá a partir del medioevo, por razones apologéticas contra los herejes.
Por otra parte, la fe en la presencia de Cristo es manifestada por cada uno en el "amén".
Signo de fraternidad y de gozo
El significado del canto está claro en el misal: "Mientras el sacerdote y los fieles comulgan, se ejecuta el canto de comunión éste tiene la finalidad de expresar, mediante el acorde de las voces, la unión espiritual de los que comulgan; de manifestar el gozo del corazón y de hacer más fraterna la procesión de los que se acercan a recibir el cuerpo (y la sangre) de Cristo".
Por eso se requiere mucha atención en la elección y ejecución de los cantos, utilizando los del libro de la liturgia o los que están aprobados por la conferencia episcopal.
No queda excluida, de hecho, una pausa de silencio y de recogimiento, como se lee en el mismo misal: "Finalizada la comunión, el sacerdote y los fieles, según la oportunidad, oran unos momentos en silencio".
Concluyendo, se puede perfectamente conciliar la doble exigencia del recogimiento personal y de la participación en la acción comunitaria.
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